lunes, 2 de mayo de 2011

Atados de por vida a los fármacos

Atados de por vida a los fármacos
Marian, que aparece en la foto superior, es una luchadora. Y desde que era bien pequeñita cuando sin previo aviso le 'atacó' la enfermedad. Esta ilicitana, que se quita mérito a la hora de relatar su 'guerra' particular contra los dolores, asegura que gracias a su familia está afrontando una miopatía inflamatoria (supone, a grandes rasgos, una inflamación muscular crónica acompañada por debilidad) que la tiene atada a la medicación y que le ha llevado durante demasiado tiempo a no poder levantarse de una silla de ruedas.
El caso de Marian es uno de esos que se daba por perdido y que fue derivado a la Sección de Reumatología del General de Alicante. Uno servicio que lleva ya 35 años de funcionamiento y que de la mano del doctor Eliseo Pascual fue uno de los pioneros en el país al importar los últimos avances en tratamientos.
Al Hospital de Día del General acude esta ilicitana. Una infraestructura donde cada día decenas de pacientes -la mayoría de ellos crónicos- se quedan internos durante horas para recibir sus dosis de fármacos y que se ha convertido también en un foro donde desahogarse y hacer terapia conjunta. Desde Oncología, Hematología, Cardiología, Medicina Interna... hasta doce especialidades distintas llegan a este hospital que hace tres años incluyó también Reumatología.
«Creo que somos los grandes desconocidos. La gente piensa que reuma significa ser viejo y los cambios de tiempo. Es una especialidad que abarca las enfermedades no quirúrgicas del aparato locomotor», explica Paloma Vela, facultativa de la sección.
El lupus y la artritis reumatoide son sólo dos de ellas. Esta última es la que padece Carmen (79 años), que acude una vez cada dos meses a recibir su fármaco, o María Jesús (39 años), quien recuerda sus momentos de «dolor y cansancio», que no le permitían vivir.
Esta enfermedad, frecuente y que afecta sobre todo a personas jóvenes (entre 30 y 40 años), es un buen ejemplo para explicar cómo miles de alicantinos conviven con patologías crónicas menos conocidas y por eso se ha escogido.
En el caso de Reumatología, la aparición hace diez años de los llamados fármacos biológicos (tienen un coste de 10.000 euros al año por paciente) supuso una revolución. «Teníamos a muchos pacientes en condiciones pésimas. Fue un milagro. Era como venir a Lourdes. A los pocos días salían andando», recuerda la doctora, quien insiste en la necesidad de un diagnóstico precoz. Y es que, si se llega cinco años tarde, hay un 20% de discapacidad, porcentaje que sube al 50% a los diez años.
«Una artritis reumatoide es muy limitante no te deja comer, lavarte ni vestirte. Te afecta tanto que piensan que vas a quedarte así. Aparece, además, de golpe y por eso llegan tan asustados», añade.
La filosofía de un hospital de día está destinada también quitar ese temor. Según la enfermera Jenny de la Torre, los enfermos comparten espacio y vivencias. Además, se convierten en 'viejos' conocidos para todo el personal. «Es como su segunda casa». Y salen, tras recibir la medicación, con sus analíticas hechas, con una valoración de su patología, con un control exhaustivo, con un teléfono de contacto ante cualquier problema, y con la fecha de la siguiente visita, a la que nunca fallan porque saben que sin su tratamiento perderán su calidad de vida.

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